sábado, 25 de enero de 2014

Mujeres de la tercera violencia representadas en el cine



Presentado por:
Liliana Rocío León Moreno*
* Comunicadora social – periodista de la Universidad Externado de Colombia, con Especialización en realización de televisión de la Pontificia Universidad Javeriana. Ha trabajado en la producción de audiovisuales, documentales, seriados, mininotas y en la formulación y ejecución de estrategias de comunicación para el sector académico y entidades estatales.


Flora Martínez en Rosario Tijeras, Emilio Maillé, 2005
Fuente: www.proimagenescolombia.com 

Hablar de la representación femenina en la cinematografía nacional puede producir bostezos en el lector, si se piensa de antemano en un discurso plagado de feminismos. Sin embargo, en esta última década el género masculino se siente motivado a hacer películas sobre algunas situaciones violentas hacia las mujeres. Sí, curiosamente son hombres que en este nuevo siglo se aventuran a viajar por el universo femenino. Y sí, violencias, en plural, pues el país ha vivido tantas etapas, que algunos especializados las categorizan por fechas. Pero, ¿por qué las historias sobre mujeres en situaciones violentas suelen ser más llamativas que si su protagonista fuese hombre? ¿Hay una nueva sensibilidad masculina para entender las consecuencias de la violencia de género? ¿O es en los cuerpos de las mujeres que se pueden representar las violencias?


Geoffrey  Kantaris en su ensayo El cine urbano y la tercera violencia colombiana[1] define a la primera violencia aquella que se dio a partir de El Bogotazo (1948) ese período de beligerancia entre los partidos liberal y conservador. La segunda violencia fue la que ocurrió en los campos colombianos durante las décadas 70 a los 90. La incursión de grupos armados legales e ilegales en territorios campesinos e indígenas, tuvo como efecto la migración de cientos de familias de varios lugares del país. Y la tercera violencia, consecuencia de la segunda, es la que se da en las ciudades como resultado del desplazamiento masivo desde el campo, formando nuevas geografías de exclusión en las urbes.

El siguiente análisis sobre mujeres representadas en el cine se enmarca en esta última violencia, la tercera. Para ello, se han escogido las películas realizadas este siglo: María llena eres de gracia (2004) de Joshua Martson, Rosario Tijeras (2005) de Emilio Maillé, Te amo Ana Elisa (2008) de Antonio Dorado, Retratos en un mar de mentiras (2010) de Carlos Gaviria, Karen llora en un bus (2011) de Gabriel Rojas y La Sirga (2012) de William Vega. Todas sus protagonistas son mujeres y sobre ellas recaen los giros argumentales.

Como el drama cinematográfico exige una trasformación del personaje, la historia de cada una de ellas habla de cambios de su realidad. Las 6 protagonistas de las peliculas en cuestión, tienen un presente que les resulta doloroso; viven en condiciones que no son amables y su futuro es incierto si continúan en esta realidad. Cada una de las protagonistas buscará la manera de cambiar ese presente. En el caso de María (María llena eres de gracia) adolescente embarazada que vive en inciertas condiciones junto a su familia en una modesta casa, decide convertirse en “mula” del narcotráfico y de este modo, subsanar su difícil situación.



Ángela Carrizosa (Karen) en Karen llora en bus, Gabriel Rojas, 2011
Fuente: www.proimagenescolombia.com

Karen (Karen llora en un bus) es una mujer de 35 años que opta por separarse de su esposo y emprender una vida independiente. La historia inicia justo después de abandonar su hogar y a medida que se desarrolla la trama, el espectador entiende que ella quiere evitar la discriminación a la que es sometida por su marido. A primera vista, no parece un drama que se enmarque en la violencia colombiana pero, la sumisión  económica es la perpetuación del esquema familiar patriarcal representado en otras películas colombianas. Tal es el caso de Pisingaña (1986) de Leopoldo Pinzón, como en un ritual Consuelo (Consuelo Luzardo) pide dinero a su marido Jorge (Carlos Barbosa) todas las mañanas antes de que éste salga a trabajar. Por eso, para Karen dejar atrás a su marido implica además desprenderse de este esquema. Es una historia con la que muchas mujeres en el país podrían sentirse identificadas.

Rosario (Rosario Tijeras) es la imagen de la mujer que vive de frente a la violencia. Es un paisaje ya reconocido por el público, gracias a la producción de varias cintas sobre las comunas marginadas de Medellín. Rosario es una joven prepago, es decir una prostituta, asesina a sueldo, es la representación de la femme fatale local. El espectador encuentra a Rosario en el momento de su vida en el que quiere proclamarse independiente, sin dueño, sin hombre. Luego, el amor verdadero, la mueve hacia lugares del alma más tranquilos. Al final queda la sensación de que al encontrar la muerte fuese una liberación de esa vida de ataduras.


Rosario Tijeres, Emilio Maillé, 2005
Fuente: www.proimagenescolombia.com 
Ana Elisa (Ana Elisa te amo) es una joven que también vive en las comunas marginadas de Medellín. La premisa es contada en los primeros minutos de la película: Ana Elisa quiere estudiar medicina para superar su situación y para servir a la comunidad como una manera de cambiar el mundo que la rodea. También huye de la violencia de su exnovio personaje que en medio de una crisis emocional y exaltado por el consumo de alucinógenos, asesina a su hermano y abuela. Aunque es una comedia tiene momentos de verdadera tragedia, el intento de violación y la muerte de algunos de sus personajes a sangre fría: el presentador de peleas, el guardaespaldas y el narco, hacen que la línea que divide lo cómico de lo trágico sea indefinible.

Joghis Arias (Alicia) en La Sirga, William Vega, 2012
Fotografía: Carolina Navas
Fuente: http://peliculalasirga.com/ 

Alicia (La Sirga) es una desplazada por la violencia a mano de grupos guerrilleros, que escapa y pide ayuda a su tío Óscar. Él vive en una casa modesta cerca a la laguna de La Cocha en Nariño. A pesar de sus esfuerzos por quedarse en la casa, ayudando en la restauración de la misma, es amedrentada por su primo y debe partir de nuevo.  Alicia es la eterna historia que relata la llegada de mujeres del campo a la ciudad. El personaje recuerda a Graciela, la inocente protagonista de Pisingaña, obligada a abandonar su terruño. La casa quemada y sus parientes muertos, son motivos suficientes para huir y salvarse de la violencia. 


Joghis Arias (Alicia) en La Sirga, William Vega, 2012
Fotografía: Carolina Navas
Fuente: http://peliculalasirga.com/

Marina (Retratos en un mar de mentiras) es una joven, que como Alicia es testigo y sobreviviente de la muerte de su familia en hechos violentos. Marina viaja, no solo por la geografía colombiana, sino por su propio dolor con el fin de olvidar su pasado, en otras palabras, cambiar su estado vegetativo emocional por uno más gozoso. Ella es una de tantas víctimas que ha perdido su familia, su parcela y su identidad. Es una más de las mujeres que termina viviendo en una ciudad que la desconoce y la excluye. La primera parte de esta película se desarrolla en un barrio marginal de Bogotá. Es la coincidencia con Ana Elisa y Rosario, quienes también viven a espaldas de una urbe desarrollada, cosmopolita y moderna.

Paola Baldión (Marina) en Retratos en un mar de mentiras, Carlos Gaviria, 2010
Fuente: www.proimagenescolombia.com 

La vida de estas protagonistas sirve para ilustrar las consecuencias de un país en proceso de formación, de una democracia que no pasa del papel a la realidad. Son representaciones de la discriminación de género que aún no encuentra mecanismos efectivos en la práctica para su erradicación.
El negocio de la cocaína, el sicariato, el desplazamiento forzado e incluso la dependencia económica y la anulación hacia lo femenino son las representaciones de esa exclusión a la que lamentablemente la mujer es sometida continuamente y le corresponde sortear día tras día.

Según cifras de la ONU presentadas a medios nacionales el 8 de marzo del 2010, hay en el país cerca de 1’500.000 mujeres desplazadas. Es decir, con ellas podríamos llenar todas las tardes, durante un año y 10 días el Estadio El Campín de Bogotá.   
Otras cifras de este mismo año, dadas por el Centro Nacional de Consultoría señalan que “un 55% de las mujeres considera muy alta la intensidad de discriminación en Colombia. Y aunque la mayoría considera que se da en todos los ámbitos, la percepción de discriminación es especialmente marcada en el trabajo (92%), seguida de la que afecta a su libertad sexual (83%), a la política (81%), a la vida familiar y al acceso a la justicia (78%) y en los medios de comunicación (62%)”.
Esta misma encuesta, hecha exclusivamente al género femenino, destaca tres problemas que según las colombianas deben ser legislados con urgencia: “la atención a las mujeres desplazadas, la reparación a las víctimas del conflicto armado y la prevención del embarazo adolescente”. Trasladando estas realidades a la ficción, significa que las historias de Alicia, Marina y María respectivamente, son apenas una leve representación de esta dolorosa verdad.
Quizá una de las variables para que se represente, de manera más evidente la tercera violencia en las mujeres, es el hecho de que el cuerpo femenino se haya convertido  en territorio de guerra, es decir; éste es disminuido, vituperado, explotado, desplazado y violado. Tal y como lo cuentan nuestras protagonistas. Por eso las expresiones: mula, prepago, prostituta, histérica, sumisa y demás calificativos automáticamente se relacionan con el mundo femenino, ya que al intentar el ejercicio de trasladar estas palabras al masculino no son tan contundentes ni en libros, ni en guiones, ni en la pantalla grande. Son paradigmas inexistentes del mundo masculino. Serían historias fuera de lo común.

Rosario Tijeras, Emilio Maillé, 2005
Fuente: www.proimagenescolombia.com 

Por ejemplo, María usa su cuerpo en embarazo para transportar drogas, Rosario violada de niña, vendida de adolescente por su hermano, usa su cuerpo para posicionarse en la organización criminal. Karen tiene un dilema más sutil, no se siente atractiva frente a los hombres, por eso apaga la luz cuando tiene relaciones sexuales. Alicia es acechada, sin saberlo, en las noches por la mirada lasciva de su tío. Marina es rechazada por tener un desorden mental producto de un trauma de infancia, por eso no se toman en cuenta sus opiniones. A Ana Elisa la intenta comercializar su tía como un objeto sexual. Todos estos personajes encajan desde diferentes perspectivas como perfiles femeninos de la tercera violencia.


Joghis Arias (Alicia) en La Sirga, William Vega, 2012
Fotografía: Carolina Navas
Fuente: http://peliculalasirga.com/
Las representaciones hasta ahora hechas por realizadores son ficciones basadas en hechos reales. Sus historias recuerdan que es ineludible trabajar por una sociedad con igualdad de género, o de géneros si se suman los grupos LGBTI, desafiantes a la moral judeocristiana y a las leyes colombianas. Si existe una nueva sensibilidad en los hombres para escribir guiones sobre la historia de mujeres, es un buen ejercicio para hacer memoria en un país que ha perdido la costumbre de recordar por andar sumido en los realities que ofrece la televisión. Si en cambio, estas historias son el camino para agradar en los festivales europeos, podría ser una forma de abandonar al público colombiano, pues al tratar estos temas en particular se sesga la mirada sobre el mundo femenino colombiano y es posible que canse a los espectadores con estereotipos. Pues el cine puede ser un medio de comunicación que muestre el universo femenino, no sólo desde las situaciones de víctima.
Es necesario también, que las mujeres conquisten nuevamente el territorio de la realización cinematográfica, para conocer sus puntos de vista sobre esta problemática y tal vez por qué no, reconocer las claves necesarias con el fin de avanzar en materia de legislación y de cultura que se vean reflejadas en la cotidianidad y por supuesto, en el séptimo arte.

Ya en el siglo pasado, algunas colombianas dirigieron varios largometrajes. Solo por mencionar algunos trabajos: Camila Loboguerrero filmaría María Cano (1990), la historia de una líderesa de obreros de los años 20. En 1985 Teresa Saldarriaga dirige: Nelly, cuenta el drama de una mujer campesina que luego de llegar a Bogotá es obligada a ser prostituta. Y de la misma directora La noche que nos visitó Sonia (1987), es la tragedia de una mujer que luego de pasar una noche recordando a su padre, tras haber abierto un baúl con pinturas, es atacada por un hombre. Luego, visita a su mejor amiga y termina siendo cuestionada por un aparente coqueteo con su marido. En 1993 Bella Ventura filma el documental Hilos invisibles, la historia de una mujer que recuerda la muerte trágica de sus hijos. Patricia Cardoso realizó el corto El corredor de sueños (1989) sobre una muchacha que se enamora de Octavio Paz. Y posteriormente en 2002 filmó Las mujeres de verdad tienen curvas, un guión imponente sobre una adolescente chicana que debe adaptarse o rebelarse a las condiciones que le impone su familia, su cultura y la sociedad. Y aunque no necesariamente estas películas sean memoria de las otras violencias que azotaron el país, si es un ejercicio único que permite ver el universo femenino ya que angustias, recuerdos, sueños y vivencias son contados por cada protagonista.

El actual cine de género aporta a la historia nacional una realidad que debe superarse. Sin personajes como María, Rosario, Alicia, Karen, Marina y Ana Elisa, no se entendería la situación real de las víctimas que buscan reconocimiento como primer paso para la inclusión, la igualdad, la apreciación y la justicia.


María llena eres de gracia, Joshua Marston, 2004
Fuente: www.proimagenescolombia.com 





[1] Kantaris, Geoffrey. El cine urbano y la tercera violencia colombiana Revista Iberoamericana, Vol. LXXIV, Núm. 223, Abril-Junio 2008, 455-470. por el profesor GEOFFREY KANTARIS de University of Cambridge disponible en y recuperado el 28 de enero de 2014: 

viernes, 24 de enero de 2014

Cine para niños



Presentado por:
Constanza Botero Betancur*
Comunicadora en lenguajes audiovisuales y magíster en educación de la universidad de Medellín. sus campos de interés son el cine, la educación y la literatura infantil.



Los niños invisibles, Lisandro Duque, 2001.
Fuente: www.proimagenescolombia.com


En una entrevista televisiva realizada en 1993, Octavio Paz, poeta, ensayista, premio Nobel de Literatura y adulto que alguna vez fue niño, declaró que “[T]oda la creatividad de los hombres está en la fase de la infancia”. Para Paz, la infancia era el tiempo sin tiempo, la capacidad lúdica en su forma más pura, pero también una época feroz e insoportable. El escritor reconocía así, que la niñez otorgaba la capacidad de crear y soñar, pero al mismo tiempo encerraba sus propios conflictos.

La infancia, como cualquier otra etapa de la vida, presenta retos a los infantes. Aprendizajes, desapegos, duelos que van desde el primer día de colegio hasta comprender por vez primera la idea de la muerte. La infancia será esa primera instancia de la vida, no menos importante que la adultez, pero sin duda con altas repercusiones para esta última. Repercusiones que no solo han sido examinadas por la psicología, sino por el arte en general.

Pero no siempre ha sido así. Los niños en el siglo XVI eran vistos como adultos en miniatura, es decir, que la infancia no era una fase diferente al resto de la vida. Solo en 1658, el monje checo Jan Amos Komenski, escribe un libro que tiene a los niños por público objetivo (Hanan, 2007). Este libro cuenta con ilustraciones y tiene como fin último ayudar a los niños en sus procesos de aprendizaje. Desde entonces, los niños han ido contando poco a poco con el desarrollo de una literatura infantil, especialmente escrita y dibujada para ellos como lo es en la actualidad el libro-álbum.

Así como la literatura se ha preocupado, no solo por narrar sobre niños, sino para niños, el cine como forma de arte también lo ha hecho. Liset Cotera, guionista e investigadora mexicana, narra que el cine infantil nace en los años 40 en la Europa comunista como una búsqueda para que “[L]os infantes miren reflejados en pantalla sus preocupaciones y vivencias” (2013, p. 22). Una idea cercana al proceso de catarsis propuesto por Aristóteles, es decir, una purificación de vivencias y preocupaciones internas gracias a la observación del arte. El cine para niños, reconoce, al igual que Octavio Paz, que los niños también tienen preocupaciones, y (añade el cine) verlas reflejadas en la pantalla ayudan a mermar sus angustias y comprender sus realidades.


Cine infantil en Colombia.

En Colombia, nuestro cine, comprendido como un todo que une épocas, momentos, espacios y producciones audiovisuales diversas, se ha constituido como un corpus creativo que se ha interesado, entre otras cosas, por narrar historias sobre la infancia colombiana. Estas narraciones han permitido a los adultos tener la posibilidad de experimentar nostalgia por los tiempos pasados, tiempos de sueños, aventuras y travesuras como lo demuestran las imágenes de Los niños invisibles (2001) de Lisandro Duque. Asimismo, el cine colombiano, también ha permitido a su público adulto reflexionar sobre el papel otorgado a los niños en nuestra desigual sociedad, baste recordar producciones como La vendedora de rosas (1998) de Víctor Gaviria, Pequeñas voces (2010) de Jairo Carrillo y Los colores de la montaña (2010) de Carlos César Arbeláez.

Aunque las anteriores producciones tienen en común la representación audiovisual de la infancia colombiana, no por ello continúan con el legado propuesto por la Europa comunista de los años 40. No pueden ser consideradas como cine para niños pues su lenguaje no va dirigido a una audiencia infantil. Son pues creaciones que hablan sobre la infancia haciendo uso de un lenguaje para adultos, para un sentir que no es el de los niños. La infancia en Colombia ha sido representada en el cine, pero no se le ha narrado para que ella misma se observe.


Los colores de la montaña, Carlos César Álvarez, 2011.
Fuente: www.proimagenescolombia.com

Desde puntos de vista políticos, éticos y estéticos los niños tienen derecho a ser parte de la cultura de un país, a verse representados y narrados en su propio lenguaje, a dejar de ser invisibles. Y su relación con el cine no puede ser sólo la de asistir a una función de películas comerciales, donde las imágenes extranjeras se consumen pero poco se reflexionan, como lo expresa Cotera, lo niños tienen “[D]erecho a la información y a espectáculos de calidad, donde se reencuentren y se revaloren, se vean reflejados en pantalla, donde se plasmen sus inquietudes, lo que les aqueja, lo que les pasa en la vida real” (22).

¿Qué pasa entonces, si nuestros niños no encuentran películas colombianas donde sean narrados? Dos opciones les quedan, una es generar una identificación con modelos extranjeros. Películas, en su mayoría producidas por Disney o empresas similares, las cuales (sin negar su carácter de divertimento) poseerán discursos “políticamente correctos” y en la mayoría de los casos tendrán una visión del mundo sesgada entre buenos y malos, con una moraleja final. Y la segunda opción será contar con la televisión para intentar buscar su identidad, para ello tendrán algunos programas colombianos pero sin duda la lucha será difícil al contar con varios canales internacionales con programación dedicada solo a niños.

No es el tema central de este texto la televisión, sin embargo vale la pena proponer tanto a realizadores de televisión, interesados en narrar para los públicos infantiles, como a directores de cine colombianos (que sé que los hay, también interesados) observar la producción chilena “31 Minutos”. Noticiero realizado con títeres y muñecos, el cual no sólo fue una serie televisiva exitosa en Chile, sino una película y varios trabajos musicales. Programa que contaba con varios ingredientes necesarios para cuando se le habla a la infancia, como lo son el humor explicar la realidad del país, temas vitales para los niños (el colegio, la caída de los dientes, la naturaleza, los amigos, las presiones sociales entre otros…) sin negar también la imaginación y la fantasía.

“31 Minutos” según su personaje principal Tulio Triviño es “La obra que acumula más datos irrelevantes en todo el universo” (El libro gordo de 31 Minutos, 2012) pero más allá de la relevancia de sus datos, está la intención de darle un espacio en la cultura a la infancia. Espacio que no se debe medir de forma comercial, sino social.


Propuestas para un futuro cine infantil.


Benjamin en tecnicolor, Tobón y Gil, 2013.
Fuente: lamaderasalvaje.blogspot.com




Aun sin poseer una corriente cinematográfica que tenga como público a los niños colombianos y sin haber logrado en los últimos cinco años un programa de la magnitud de 31 Minutos, en Colombia ocurre una situación bastante particular. Lo que no narran los largometrajes que llegan a las pantallas de cine del país, si lo hacen los guiones que se premian en el Fondo para el Desarrollo Cinematográfico y algunos cortos realizados por directores y equipos de trabajo noveles. Desde el 2007 se premia la categoría “Guión de Largometraje para Público Infantil”, premio que exalta la escritura de historias audiovisuales que tienen como público los niños colombianos, sin embargo, estas historias no se ven reflejadas en la pantalla nacional. Queda entonces un gran interrogante en el aire ¿Si las historias existen, por qué no se llevan a cabo? ¿Qué detiene a sus creadores en la realización de las mismas?

Mientras los guiones para largometrajes creados y premiados parecen quedarse encerrados en un cajón, no sucede lo mismo con los cortometrajes. Estas breves historias, si bien no cuentan con el mismo sistema de distribución de los largometrajes en las tradicionales salas de cine, saben aprovechar convocatorias regionales, concursos y festivales para darse a conocer. Y entre las historias que narran sí están presentes los niños, no solo como tema de sus producciones, sino como público objetivo.

Entre los cortos que le hablan a la infancia encontramos Benjamín en Tecnicolor, historia escrita y dirigida por Ángela Tobón Ospina y Juan David Gil Palacio. El proyecto fue elegido como ganador en la VII Convocatoria de Becas para la Creación Artística y Cultural-Medellín 2010 y su desarrollo se realizó en una coproducción con Máquina Espía, FlickMotion y Producciones del Cielo. El corto narra la historia de Benjamín, un niño que necesita unas gafas que le permitan percibir los colores, ya que el mundo donde vive es solo a blanco y negro. Benjamín necesita las gafas para poder jugar fútbol con sus amigos, pero para conseguirlas deberá tomar algunas decisiones que traerán consecuencias para su vida, entre ellas la posibilidad de quedarse sin su ángel guardián, aunque sí con las gafas…

Según sus creadores, Benjamín “surge del deseo de seguir explorando las historias de tipo absurdo, de seguir indagando en ciertas temáticas que nos interesaban: La familia, el egoísmo, la cosificación del ser humano, la supuesta inocencia infantil” (Gil &Tobón, 2013) Es así, interesándose por los conflictos presentes en la etapa de la infancia, como ambos directores logran crear, mediante una historia fantástica, una metáfora sobre la infancia y del querer algo de forma obsesiva, incluso sin medir las consecuencias de los actos. De forma temática, Gil & Tobón, narran una historia que se aleja de cualquier moralismo, aquí no encontramos héroes o villanos, ni mucho menos lecciones finales. Su historia permite, de esta forma, una identificación con los personajes, con el deseo y con las encrucijadas que muchas situaciones de la vida presentan y ante las cuales solo es válido tomar una decisión y asumir sus consecuencias.

Al preguntar a los creadores por la recepción que tuvo su corto por parte del público infantil destacan que la historia logra capturarlos, “los niños conectan muy fácil con la historia, creemos que puede ser porque los personajes son muy icónicos. Además los niños son muy llamados a fijar su atención en objetos y, en este aspecto, las gafas cumplieron un rol más que trascendental”  (Gil & Tobón, 2013) Los autores también destacan que la presencia de elementos como el humor, un ritmo dinámico y divertido, la fantasía y el uso de objetos llamativos en la narración fueron esenciales para capturar la atención del público infantil. Así pues, Benjamín, como cortometraje, no solo presenta a niños como protagonistas de su historia, sino que además, se atreve a hablarles a directamente, porque es una obra creada para un público infantil.

¿Fin?

La infancia en Colombia es un público expectante que espera no solo ser narrado, sino que las historias sean narradas para él. La presencia de la categoría “Guión de Largometraje para Público Infantil” y la presencia de cortometrajes como Benjamín en Tecnicolor en otros, demuestran que sí es posible la inclusión a futuro de los niños como espectadores de cine colombiano. Si a la fuerza y al ímpetu de los creadores de cortometrajes, se uniera a la realización de los largometrajes premiados, el cine colombiano para niños no estaría lejos de ser una realidad y verse reflejado en nuestras pantallas. Esperemos pues, que este fin sea tan solo el comienzo.


Bibliografía

-       Cotera, liset. Un género por derecho propio. Revista “Cine Toma”, México, Mayo-Junio 2012.
-       Entrevista vía correo electrónico a Ángela Tobón y Juan David Gil. Octubre 2013.
-       Paz, Octavio.Entrevista televisiva a Paz, por Canal 11, 1993
-       Hanan, Fanuel. Leer y mirar el libro álbum. Editoral Norma, Bogotá: 2007.
-       Sanhueza, Andrés. El libro gordo de 31 Minutos. Editorail Hueders Limitada, Santiago: 2012.