Presentado
por:
Oscar
Romero Bonilla*
*Profesional en Medios
Audiovisuales con énfasis en Producción y Dirección de Cine, diplomado en
crítica cinematográfica (UNITEC) y Máster en Documental de la ECIB (Escuela de
Cine de Barcelona), combina sus labores de docencia en audiovisual con las de
periodismo cinematográfico para blogs universitarios como: revista
multicultural La Moviola, el Gallo.digital y los programas de radio Kinoparlant
(UPF.radio) y Cinema con Do. (Poliradio). Trabaja actualmente y desde
hace 5 años como guionista y realizador para el Colectivo Kinomacondo en Bogotá.
...Y es la libertad también de estar en el limbo,
de no tener mucho pasado, no tener carga de nada, no tener papá, no tener
nada... Esa cosa casi palpitante... como cuando uno coge un pajarito, cosa que
a uno lo impresiona. Uno no es capaz de coger pájaros, no porque los pájaros lo
vayan a picotear a uno sino porque no se sabe cómo controlar esa vitalidad, esa
total cosa salvaje, agreste, del animal que no se deja tocar.
Víctor Gaviria[1]
En el agonizante siglo XX y el comienzo
del XXI yacen nuevas formas de incursionar en el cine colombiano lejos de los
desastrosos ensayos paternalistas de FOCINE [2] (Compañía de Fomento
Cinematográfico) y a partir de 1997 con la creación del FDC (Fondo para el
Desarrollo Cinematográfico) respaldado hasta hoy por la aprobación en 2003 de
la Ley de Cine, estamos siendo testigos de una nueva forma de producir, pensar
y vivir el cine de Colombia. Este ensayo es el resultado de indagar por las
diferentes formas de representar la niñez en este escenario del cine colombiano,
la fecha de partida es un punto de referencia en nuestra cinematografía con el
estreno del largometraje La vendedora de Rosas (1998), un retrato
desgarrador de la niñez que cuestionó al público nacional e impactó en el
exterior, gracias a la selección de la cinta en el Festival de Cine de Cannes
del mismo año. Desde este momento hasta la primera década del siglo XXI
diversos autores del cine colombiano han tratado el tema de la niñez desde
diferentes miradas, revisaré las películas: Los niños Invisibles (2001),
Los Colores de la Montaña (2010) y terminaré este recorrido con la
película animada Pequeñas Voces (2011).
Niños, Cine, Representación
Anota María José Bernuz en la introducción
del libro dedicado al cine y los derechos de la niñez[3] que existen tres maneras de
ver la relación niño-cine: la primera cuando el cine cuenta la vida y miseria
de los niños en esa transformación a la tormentosa adolescencia, la segunda
cuando el cine (igual que la literatura) no le importa tanto la vida de los niños
cuando más su particular forma desprejuiciada y en apariencia inocente de ver
el mundo y una tercera que a su vez aparece como una alternativa a las dos
anteriores donde detrás de los niños personalizados se encuentran los niños
reales que los representan, con sus propias historias que el cine difícilmente
suele contar.
Tenemos que decir que si bien gran parte
de las películas que trataremos se ubican en las dos primeras formas de
relacionarse con la niñez de acuerdo a las categorías que propone la autora,
sin duda la preocupación central de todas ellas está en visualizar, entender y
dar voz en el cine para encontrar esa tercera alternativa que incorpora el
propio relato de los niños en el discurso cinematográfico, es preciso decir
también que pese a muchos esfuerzos del gobierno y ONGs el diagnóstico de los
derechos fundamentales de la niñez en Colombia es bastante preocupante y en
este contexto la marginalidad y vulnerabilidad son dos temas centrales en la
representación de la niñez en el cine colombiano.
Un estudio reciente de María Torrado y
Jaime Picacón para el Ministerio de Cultura y la dirección de Cinematografía[4] insiste sobre dos aspectos
fundamentales de la niñez con relación a los medios audiovisuales a saber los
conceptos de “nueva infancia” y “nuevas subjetividades” ambos términos indican
que dentro del contexto socio-cultural colombiano emergen identidades y
representaciones de la infancia concebidas como una construcción histórica y
contextuada, la idea de una nueva infancia basada en la crisis de instituciones
como la familia y la escuela, la caída de los secretos fundamentales de la
infancia (muerte y sexualidad) y por último el surgimiento del niño-consumidor,
estas particularidades de la niñez contemporánea se pueden rastrear en los relatos
cinematográficos que proponemos para el análisis y la idea de una niñez inmersa
en una crisis de valores sociales, que se muestra rebelde, inconforme y
propositiva.
Un poeta, una Cruda Realidad.
La vendedora de rosas, Víctor Gaviria, 1998 Fuente: www.proimagenescolombia.com |
Desde la opulenta ciudad de Medellín
emerge un relato autentico de la niñez con la película La Vendedora de Rosas
(1998) del director, humanista y poeta Víctor Gaviria, quien con aguda
observación y extraordinario trabajo consigue una representación única,
pertinente y honesta de esa niñez heredera de la violencia, secuela de los
anti-valores del narcotráfico de finales de los años noventa. A 15 años de su
estreno y la posterior divulgación en cadena de televisión nacional, es todavía
un tema de impacto emocional, que exige asumir posiciones para enfrentarse a una
realidad que nunca antes nos habían mostrado con tanta rigurosidad “...lo
cierto es que cualquier lenguaje o medio de expresión se pone a prueba cuando
se aproxima a los temas más candentes y comprometidos, cuando la mera capacidad
de nombrar o representar parece tocar techo a fondo según la perspectiva
espacial o simbólica que se desee adoptar”[5]
Esta última reflexión de Vicente Sánchez
nos aproxima al tema de las diferentes perspectivas que decide tomar un autor
para representar la realidad y al respecto hay que destacar el trabajo de
Gaviria para tratar el tema de los niños que
protagonizan su película, Mónica,
Leidy, la Cachetona, el Zarco, ni la mayoría de sus protagonistas son actores
aunque actúen eventualmente, fueron encontrados en diferentes instituciones de
rehabilitación social y barrios marginales de la periferia de Medellín gracias
a anteriores incursiones documentales que el director realizó en los 80`s para
la televisión local, cabe anotar la particular forma de concebir la historia y
su posterior realización, gracias a una entrevista que hizo el crítico de cine
Pedro Adrián Zuluaga para la edición especial del guión de la película[6] donde los 3 guionistas : Víctor Gaviria, Carlos
Eduardo Henao y Diana Ospina explican la construcción de la estructura a partir
del cuento La vendedora de Cerillas (Hans Cristian Anderson) y un largo trabajo
de entrevistas con los protagonistas, frases tan resonantes como: “para que
zapatos si no hay casa” salieron de estas conversaciones así como la
consciencia de la búsqueda de afectos perdidos por medio de aspirar pegamento y
como los niños “sacoleros” reviven afectos refundidos en medio de un contexto
de violencia y muerte que les arrebató su primera infancia. Esta fascinante y a veces dolorosa relación
del escritor-director con sus personajes durante la realización de La
Vendedora de Rosas se puede revisar en el documental: Como poniendo a
actuar pájaros ( Erwin Goggel 1999).
En la Vendedora de Rosas estamos
frente a una obra que alterna los procesos de escritura, casting y ensayos así
como la investigación de campo como fuente principal para posterior
representación de esta realidad. Se ha
escrito bastante sobre esa peculiar manera del director Víctor Gaviria de abordar
la realidad y por eso he utilizado el término realismo poético para hablar de
esta película y su autor, el realismo se refiere a los medios técnicos que
tiene el cine para crear ilusión de realidad, formas de acercarse y entenderla,
por eso existen muchos realismos. La
poesía es la capacidad de ver en una realidad la belleza de lo cotidiano, sin
pretensiones de exaltarla o llevarla a un nivel superior como en el realismo
mágico, contra ese realismo (más próximo a la literatura) emerge una poesía en
forma de lenguaje callejero, tribu infantil solidaria y rebelde contra una
sociedad que no les ofrece nada, una poesía marginal, oscura y palpitante que
el cine representa en una estética reacia a toda idea de utopía y
progreso. En la vendedora de rosas
no hay un discurso de clase social ni una denuncia sino una mirada sensible
sobre la realidad.
Esa poesía presente en la manera de ver la
realidad emparenta esta película con Los Olvidados (Buñuel, 1950) que
nos adentra en la tragedia de una sociedad deprimida donde la infancia aparece
como una de sus víctimas más evidentes y la delincuencia casi un paso
necesario, la violencia de los excluidos, diferente este realismo poético de la
retórica paternalista y redentora que heredó nuestro cine del neorrealismo
italiano, este nuevo realismo poético necesariamente acude a la estética
nihilista del registro directo y evidencia una tragedia, un NO FUTURO de
nuestra niñez colombiana.
Retorno al niño de provincia, los niños
invisibles.
Es evidente que La vendedora de Rosas
marca un tono pesimista sobre el estado de la niñez sobre todo en la periferia
de las grandes ciudades colombianas, el impacto social que dejó esta película
abrió de nuevo el debate sobre la marginalidad de nuestra niñez en contraste
con la empresa de grandes ciudades basadas en insipientes industrias modernas y
proyectos de urbes desarrolladas, ciertos sectores acomodados de la sociedad no
vieron con buenos ojos este tipo de representaciones en el cine y mucho menos
el hecho que se viera en el exterior gracias a los diversos premios que consiguió
el filme en países como Francia, Alemania y casi toda Suramérica, esta
situación hace que otros directores y guionistas tengan que evadir de manera
frontal el tema de la marginalidad sobre todo para el caso de los niños, habrá
que acudir a otros aspectos igualmente importantes sobre la niñez y sobretodo
cambiar de escenario, la inocencia y la particular forma de ver el mundo por
los niños es recuperada gracias a la película Los Niños Invisibles (2001)
del veterano director Lisandro Duque quien ya con su título apela a una
metáfora de visibilizar ciertos aspectos de una niñez del campo o de provincia
tan cercanas a esa cultura de país rural que había abundado en el cine en todo
el siglo XX y que curiosamente sería un tema recurrente en el caso de la
representación de los niños en el cine
en el nuevo siglo.
La historia contada por Lisandro Duque es
una especie de repaso sobre la niñez de un escritor anónimo en el presente que
relata en primera persona su niñez a principios de los años sesenta en el pueblo
de Ambalema Tolima, las pasiones y contradicciones del primer amor, con un tono
local de provincia hace una radiografía de un pueblo por medio de la visión de
cuatro niños quienes impulsados por el protagonista Rafael se unen en un pacto
para conseguir la tan anhelada invisibilidad.
El humor es un elemento importante en la forma como los niños miran la
sociedad que les rodea y desafían las costumbres religiosas de su momento, al
respecto Oswaldo Osorio escribió: “...con un humor bien logrado que sabe
detenerse justo en el límite de empezar la truculencia o la provocación, este
filme nos habla de los valores sociales y religiosos de una cultura que los
asume con el desparpajo de la mediocridad
y la conveniencia”[7]
Es evidente en la película que hay una
ruptura de los paradigmas religiosos de antaño, la misa en latín que
distanciaba el verdadero mensaje de la eucaristía, la figura del sacerdote
dando su sermón en lo alto de la iglesia y por supuesto, la brujería como rito
pagano satanizado por el catolicismo, estos elementos son cuestionados y
desafiados por el grupo de niños que aparecen en Los niños Invisibles, sin embargo resultan más eficientes algunos
diálogos entre los adultos del pueblo para mostrar ese contexto de la
provincia, por ejemplo los parlamentos del Barbero con tendencias marxistas que
crítica la alienación desde las primeras emisiones de la televisión a la que
asistían en la alcaldía o sus
discusiones cotidianas con su amigo vigilante del cinema sobre el trabajo y la
explotación.
El tema de la invisibilidad de los niños
en la sociedad es un subtexto muy interesante
de la película, pues si bien en el argumento principal los niños no
logran su cometido con el hechizo que los haría invisibles, durante el metraje
vemos que tanto la iglesia, la familia y la prematura televisión ignora a los
niños y les impone patrones de comportamiento, sin embargo no hay una
construcción audiovisual propia, la narración forzada en off de un adulto
explicando los acontecimientos, la retórica misma de los textos sobrecarga el
filme de un lenguaje literario y no permite una propuesta concreta en imágenes
como ejemplo de esto el último comentario que escuchamos en off al finalizar la
película: “ ...Descubrí además que la invisibilidad lo hace sentir a uno solitario
e insignificante entre el resto de la gente y esa triste convicción que a veces
me asalta de nuevo”
Los Colores de la Montaña
Los colores de la montaña, Carlos César Álvarez, 2011 Fuente: www.proimagenescolombia.com |
Otro relato de la niñez de provincia es la
película Los Colores de la Montaña (2010), esta vez un retrato actual
ambientado en una vereda montañosa de los andes colombianos, Manuel, Julián y
“Poca luz” representan los niños colombianos del campo atravesado por el
conflicto armado del país, su director Carlos Arbeláez ya había tocado el tema
de la niñez en el mediometraje La Edad del Hielo (1999) pero es con Los
Colores de la Montaña que alcanza una representación contundente acudiendo
a narrar la película desde la comprensión de los niños sobre su entorno
cotidiano, de nuevo la inocencia o más precisamente la pérdida de esa inocencia
debido a una lógicas más complejas de la violencia en nuestro país. Hay un acierto por parte del director en
fortalecer el relato con las travesuras
y aventuras de los niños al rescate de su balón en un campo minado por encima
del discurso de un conflicto armado que apenas es síntoma de una realidad
cambiante.
Julio Rodríguez en su portal de internet labutaca.com describe varias de las
características a propósito de la sencillez del relato: “...Sin pretensiones
comerciales ni maquillajes que falsifiquen la realidad, con el buen uso del
sonido directo que recoge la naturaleza en toda su belleza y también la zozobra
de sus pobladores, con el respeto hacia una jerga local que es necesaria para
capturar la vida del lugar, Arbeláez consigue una película minoritaria pero muy
interesante y necesaria, con sentido humanista y una mirada no fatalista y sí
esperanzada que pasa por la escuela.”[8] Encontramos que se valora de nuevo la
aproximación a la realidad por medio de dispositivos cinematográficos como el
sonido, al igual que Víctor Gaviria
retoma la jerga como recurso para mostrar la cotidianidad de un lugar,
pero contrario a La Vendedora de Rosas hay una visión esperanzadora a
pesar del contexto de un conflicto inmanente.
Al principio de este ensayo mencionaba el
término “nueva infancia” a propósito de la investigación del ministerio de
cultura y la crisis de instituciones como escuela y familia, en Los Colores
de la Montaña la familia ya aparece fragmentada, los padres tienen
diferentes posiciones sobre si quedarse en su finca o emigrar para salvar sus
vidas, mientras el padre propone evadir
participar en cualquier reunión con grupos armados, la madre quiere
escapar para resguardar una vida digna al margen del conflicto en su
territorio. Con respecto a la escuela,
un espacio común para Manuel y sus amigos además de la cancha de fútbol, es una
preocupación que el director propone, justamente el espacio de la escuela es
donde se forja una transformación de los personajes, donde consiguen sus colores,
donde planean su próximo partido de fútbol y en los momentos en que no tienen
clase los niños aprenden otras cosas como el tamaño de las balas que Julián le
enseña a Manuel los diferentes tipos de municiones, la deserción en las aulas
es quizás la más evidente de las reflexiones en torno a la escuela y el
conflicto armado la principal causa de esta deserción.
Los colores de la montaña, Carlos César Álvarez, 2011 Fuente: www.proimagenescolombia.com |
Un acierto de la película es lograr una
historia universal a pesar de los códigos locales presentes y este equilibrio
de elementos la hace atractiva tanto para un público nacional como
internacional, esta película a diferencia de las anteriores mencionadas logró
cautivar al espectador en pantalla nacional (351.313 espectadores en todo el
país[9]) y a los grandes festivales con premios como
Kutxa a nuevos directores en el Festival de Cine de San Sebastián (2010) entre
otros, demostrando que la sencillez de un relato atravesado por una mirada
incluyente de la niñez en medio del contexto
de un conflicto armado que
vulnera sus derechos fundamentales.
La animación de no-ficción, una propuesta
para Colombia.
Pequeñas voces, Oscar Andrade y Jairo Carrillo, 2011 Fuente: www.proimagenescolombia.com |
En este apartado del ensayo es preciso
aclarar que hay una tendencia que cada día toma más fuerza desde la última
década del siglo XX en el manejo y tratamiento del material de no-ficción a la
par con el género de la animación y se ha descubierto el potencial emocional
que difícilmente se logra con el documental de acción directa, es una ruptura
con los antiguos paradigmas del documental moderno que tiende a plantear su
tesis casi exclusivamente durante imágenes de archivo, entrevistas y fotos, más
recientemente la voz en off permite unos niveles de interpretación superiores
más cercanos al ensayo. Pero es con la
llegada del documental animado que se explora en campos que antes era
inimaginable partiendo igualmente de materiales de no-ficción como fotografías,
entrevistas o pistas de audio grabadas en el misma idea del documental moderno.
Hemos llegado a un punto muy interesante
en cuanto a la representación de realidad se refiere para el caso colombiano y
específicamente de la niñez, la película
animada del director Jairo Carrillo
titulada con acierto Pequeñas Voces (2011) marca un precedente
importante en la búsqueda de nuevas propuestas
para representar una realidad tan delicada y a veces violenta de nuestra
niñez. Hay que aclarar que en (2003)
Carrillo había realizado un mediometraje animado cuya idea sirve de base para
el largometraje. Una propuesta muy
similar a la que ya había trabajado la directora Sheila Sofian en el documental
animado A Conversation with Haris
(2001) donde a partir de una entrevista con un niño serbio víctima
presencial del conflicto elabora un relato animado basándose en la pista de
audio, en términos generales ambas propuestas se inscriben en lo que el
animador Eric Patrick clasifica dentro del documental animado basado en el
sonido (contempla otras dos estructuras:
narrativa e ilustrativa), Sheila Sofían estuvo en Colombia en el año 2007 como
invitada al Diplomado de Animación experimental de la Universidad Javeriana
pero más allá de la anécdota es interesante reconocer que la directora
argumenta y defiende la posibilidad del documental animado como tratamiento de
una realidad y de dar un valor agregado al material de no-ficción, el monitor del diplomado anota: “...Para
ella, en el momento de presentar una persona real que habla de temas tan
sensibles y personales, es muy importante que el mensaje no tenga filtros
impuestos por nuestros propios prejuicios sobre el aspecto físico de una
persona. La imagen no es entonces la que
proclama contener la verdad como peligrosamente se cree comúnmente en el
documental, sino que sirve como puente para acceder a ese desconocido y
complejo territorio emocional que viven estas personas y alivianar las
desgarradoras historias que nos cuentan”[10]
En el caso de Pequeñas Voces su
director Jairo carrillo en 2003 elabora no solo una animación basada en
entrevistas con niños víctimas del conflicto sino que además incorpora sus
propios dibujos-terapia en la animación, los testimonios son dolorosos y los
trazos, colores y texturas del puño de estos niños son un acierto que potencian
la pieza audiovisual y la ubica en un nivel más profundo de la representación,
sin embargo en el paso al largometraje que le lleva casi 7 años de proceso y la
inclusión del director de animación Oscar Andrade se pierden algunos de estos
rasgos, los personajes principales son ahora dibujos de animadores más bien
estereotipados pensando posiblemente en un público internacional, se conservan
los dibujos iníciales solo en fondos y personajes secundarios, se comete
también un gran error al tratar de convertir una película que no había sido
pensada para proyectar en 3D y entra forzosamente en un proceso de
estereoscopiado.
A pesar de ciertas torpezas a la hora de
estrenar la película con la distribución de Disney y haciendo creer al público
nacional que se trataba de una película familiar fue un filme que impacto y
sobretodo una manera muy distinta de ver temas en el cine tan trillados como el
conflicto armado, el desplazamiento y la vulnerabilidad de la niñez en el campo
colombiano. Recibió múltiples premios en
el exterior en Suecia, Holanda y Argentina y una participación en más de veinte
festivales alrededor del mundo.
Confirmando que su estilo particular y el tratamiento especial del
material de no-ficción (en este caso el audio de entrevistas a niños víctimas
del conflicto) fueron una propuesta novedosa en la búsqueda de nuevos
horizontes de la representación de nuestra violentada niñez.
Pequeñas voces, Oscar Andrade y Jairo Carrillo, 2011 Fuente: www.proimagenescolombia.com |
Conclusiones
Después de este recorrido por las
diferentes representaciones de la niñez que se han presentado en el cine
colombiano a partir de La Vendedora de Rosas y su particular
tratamiento de la realidad con el director Víctor Gaviria poniendo en tela de
juicio los anti-valores de una sociedad permeada por el narcotráfico y la
violencia, una visión apocalíptica del futuro de los niños, sorprende que por
medio de estas representaciones se hace una crítica a las instituciones como la
iglesia en el caso de Los Niños Invisibles, la escuela y la familia en
los Colores de la Montaña y finalmente a la guerra absurda que destroza
la infancia de miles de niños colombianos en el campo con Pequeñas Voces,
es posible rastrear también la búsqueda hacia un lenguaje que permita
acercarnos de la mejor manera a la realidad vista por los niños y eso deja ver
una preocupación de los autores por
visibilizar el flagelo a que están sometidos nuestros niños en Colombia y que
muchas veces los medios masivos de comunicación mantienen al margen de sus mensajes.
Por último es importante resaltar que en
esa búsqueda hemos encontrado caminos como el del documental animado donde
lenguajes que aparentemente están tan lejanos como el documental y la animación
son una herramienta contundente y un potencial emocional sin precedentes en
nuestra cinematografía, el estatus de “nueva infancia” esta contextualizado en
un ambiente donde la tecnología juega un papel importante y sirve de
herramienta para explorar las nuevas subjetividades como un reto para la representación
cinematográfica.
Epílogo: Buscando a los niños.
Para cuando escribo este ensayo se estrena
en Colombia la película animada Anina
cuya protagonista es una niña y que
tiene el premio de mejor película en el Festival de Cine de Cartagena (FICCI 2013),
un mes antes se estreno el documental La larga Noche de las Doce Lunas
(Prisicila padilla 2013) y el cortometraje Solecito (Oscar Navia) se estrenó en
Cannes y premiado en Biarritz el mismo año, son apenas una muestra de la
preocupación latente que tiene nuestro cine en la actualidad por aportar
diferentes relatos en el tema de la niñez donde tanto la animación, el
documental etnográfico y el cortometraje presentan sus particulares miradas
sobre el tema, las representaciones de la niñez son claves para entender
nuestra visión de sociedad y de futuro, mientras más nos acerquemos a ellos
seremos más conscientes de nuestras luchas y deseos por la construcción de una
sociedad incluyente y en constante transformación.
[1] Ruffinelli, Jorge. Entrevista: El Universo Marginal de Víctor Gaviria. Disponible
en: http://www.elojoquepiensa.net/elojoquepiensa/index.php/numeros-anteriores/116
[2] En los años 1980 la recién creada la Compañía
de Fomento Cinematográfico (FOCINE) de carácter estatal, permitió que se
realizaran algunas producciones. Sin embargo, la compañía tuvo que ser
liquidada a principios de los años 1990.
[3] Bernuz Beneites Maria José. El cine y los derechos de la infancia.
Ed.Tirant lo Blanch. 2009.
[4] Análisis exploratorio sobre nuevas
identidades infantiles y su relación con
los
medios audiovisuales de comunicación. Ministerio de Cultura- Dirección de Cinematografía 2009.
[5] Sánchez Biosca Vicente, Cine de Historia y
Cine de Memoria: La representación y sus límites. Ed. Cátedra 2006.
[6] La vendedora de Rosas, Guión
Cinematográfico. Corporación de Cine de
Santa Fe de Antioquia y el Fondo Editorial de EAFIT. 2012
[7] Osorio Oswaldo. Los
niños invisibles de Lisandro Duque: Inocencia y Sacrilegio. 2001
[8] Rodríguez Julio Chico. “Los colores de la
montaña”: El mural del miedo y de la violencia
www.la butaca.com septiembre 06 de 2011
[9] Fuente: PROIMAGENES Colombia. Pantalla 518 julio 01 - 08 / 2011
[10] Gonzales Juan Camilo 2008. Sheila M. Sofian, Animación y Documental
Exelente relato de la realidad de la infancia colombiana desde la vision cinematografica. Buen trabajo!!!
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