Presentado
por:
Constanza Botero Betancur*
Comunicadora en lenguajes audiovisuales y
magíster en educación de la universidad de Medellín. sus campos de interés son
el cine, la educación y la literatura infantil.
Los niños invisibles, Lisandro Duque, 2001. Fuente: www.proimagenescolombia.com |
En una entrevista televisiva realizada en
1993, Octavio Paz, poeta, ensayista, premio Nobel de Literatura y adulto que
alguna vez fue niño, declaró que “[T]oda
la creatividad de los hombres está en la fase de la infancia”. Para Paz, la
infancia era el tiempo sin tiempo, la capacidad lúdica en su forma más pura,
pero también una época feroz e insoportable. El escritor reconocía así, que la
niñez otorgaba la capacidad de crear y soñar, pero al mismo tiempo encerraba
sus propios conflictos.
La infancia,
como cualquier otra etapa de la vida, presenta retos a los infantes.
Aprendizajes, desapegos, duelos que van desde el primer día de colegio hasta
comprender por vez primera la idea de la muerte. La infancia será esa primera
instancia de la vida, no menos importante que la adultez, pero sin duda con
altas repercusiones para esta última. Repercusiones que no solo han sido examinadas
por la psicología, sino por el arte en general.
Pero no siempre
ha sido así. Los niños en el siglo XVI eran vistos como adultos en miniatura,
es decir, que la infancia no era una fase diferente al resto de la vida. Solo
en 1658, el monje checo Jan Amos Komenski, escribe un libro que tiene a los
niños por público objetivo (Hanan, 2007). Este libro cuenta con ilustraciones y
tiene como fin último ayudar a los niños en sus procesos de aprendizaje. Desde
entonces, los niños han ido contando poco a poco con el desarrollo de una
literatura infantil, especialmente escrita y dibujada para ellos como lo es en
la actualidad el libro-álbum.
Así como la literatura se ha preocupado,
no solo por narrar sobre niños, sino para niños, el cine como forma de arte
también lo ha hecho. Liset Cotera, guionista e investigadora mexicana, narra
que el cine infantil nace en los años 40 en la Europa comunista como una
búsqueda para que “[L]os infantes miren reflejados en pantalla sus
preocupaciones y vivencias” (2013, p. 22). Una idea cercana al proceso de catarsis propuesto por Aristóteles, es
decir, una purificación de vivencias y preocupaciones internas gracias a la
observación del arte. El cine para niños, reconoce, al igual que Octavio Paz,
que los niños también tienen preocupaciones, y (añade el cine) verlas
reflejadas en la pantalla ayudan a mermar sus angustias y comprender sus
realidades.
Cine infantil en Colombia.
En Colombia, nuestro cine, comprendido
como un todo que une épocas, momentos, espacios y producciones audiovisuales
diversas, se ha constituido como un corpus creativo que se ha interesado, entre
otras cosas, por narrar historias sobre la infancia colombiana. Estas
narraciones han permitido a los adultos tener la posibilidad de experimentar
nostalgia por los tiempos pasados, tiempos de sueños, aventuras y travesuras
como lo demuestran las imágenes de Los
niños invisibles (2001) de Lisandro Duque. Asimismo, el cine colombiano,
también ha permitido a su público adulto reflexionar sobre el papel otorgado a
los niños en nuestra desigual sociedad, baste recordar producciones como La vendedora de rosas (1998) de Víctor
Gaviria, Pequeñas voces (2010) de
Jairo Carrillo y Los colores de la
montaña (2010) de Carlos César Arbeláez.
Aunque las anteriores producciones tienen
en común la representación audiovisual de la infancia colombiana, no por ello
continúan con el legado propuesto por la Europa comunista de los años 40. No pueden
ser consideradas como cine para niños pues su lenguaje no va dirigido a una
audiencia infantil. Son pues creaciones que hablan sobre la infancia haciendo
uso de un lenguaje para adultos, para un sentir que no es el de los niños. La
infancia en Colombia ha sido representada en el cine, pero no se le ha narrado
para que ella misma se observe.
Los colores de la montaña, Carlos César Álvarez, 2011. Fuente: www.proimagenescolombia.com |
Desde puntos de vista políticos, éticos y
estéticos los niños tienen derecho a ser parte de la cultura de un país, a
verse representados y narrados en su propio lenguaje, a dejar de ser invisibles.
Y su relación con el cine no puede ser sólo la de asistir a una función de
películas comerciales, donde las imágenes extranjeras se consumen pero poco se
reflexionan, como lo expresa Cotera, lo niños tienen “[D]erecho a la
información y a espectáculos de calidad, donde se reencuentren y se revaloren,
se vean reflejados en pantalla, donde se plasmen sus inquietudes, lo que les
aqueja, lo que les pasa en la vida real” (22).
¿Qué pasa entonces, si nuestros niños no
encuentran películas colombianas donde sean narrados? Dos opciones les quedan,
una es generar una identificación con modelos extranjeros. Películas, en su
mayoría producidas por Disney o empresas similares, las cuales (sin negar su
carácter de divertimento) poseerán discursos “políticamente correctos” y en la
mayoría de los casos tendrán una visión del mundo sesgada entre buenos y malos,
con una moraleja final. Y la segunda opción será contar con la televisión para
intentar buscar su identidad, para ello tendrán algunos programas colombianos
pero sin duda la lucha será difícil al contar con varios canales
internacionales con programación dedicada solo a niños.
No es el tema central de este texto la
televisión, sin embargo vale la pena proponer tanto a realizadores de
televisión, interesados en narrar para los públicos infantiles, como a
directores de cine colombianos (que sé que los hay, también interesados)
observar la producción chilena “31 Minutos”. Noticiero realizado con títeres y
muñecos, el cual no sólo fue una serie televisiva exitosa en Chile, sino una
película y varios trabajos musicales. Programa que contaba con varios
ingredientes necesarios para cuando se le habla a la infancia, como lo son el
humor explicar la realidad del país, temas vitales para los niños (el colegio,
la caída de los dientes, la naturaleza, los amigos, las presiones sociales
entre otros…) sin negar también la imaginación y la fantasía.
“31 Minutos” según su personaje principal
Tulio Triviño es “La obra que acumula más datos irrelevantes en todo el
universo” (El libro gordo de 31 Minutos, 2012) pero más allá de la relevancia
de sus datos, está la intención de darle un espacio en la cultura a la
infancia. Espacio que no se debe medir de forma comercial, sino social.
Propuestas para un futuro cine infantil.
Benjamin en tecnicolor, Tobón y Gil, 2013. Fuente: lamaderasalvaje.blogspot.com |
Aun sin poseer una corriente
cinematográfica que tenga como público a los niños colombianos y sin haber
logrado en los últimos cinco años un programa de la magnitud de 31 Minutos,
en Colombia ocurre una situación bastante particular. Lo que no narran los
largometrajes que llegan a las pantallas de cine del país, si lo hacen los
guiones que se premian en el Fondo para el Desarrollo Cinematográfico y algunos
cortos realizados por directores y equipos de trabajo noveles. Desde el 2007 se
premia la categoría “Guión de Largometraje para Público Infantil”, premio que
exalta la escritura de historias audiovisuales que tienen como público los
niños colombianos, sin embargo, estas historias no se ven reflejadas en la
pantalla nacional. Queda entonces un gran interrogante en el aire ¿Si las
historias existen, por qué no se llevan a cabo? ¿Qué detiene a sus creadores en
la realización de las mismas?
Mientras los guiones para largometrajes
creados y premiados parecen quedarse encerrados en un cajón, no sucede lo mismo
con los cortometrajes. Estas breves historias, si bien no cuentan con el mismo
sistema de distribución de los largometrajes en las tradicionales salas de
cine, saben aprovechar convocatorias regionales, concursos y festivales para
darse a conocer. Y entre las historias que narran sí están presentes los niños,
no solo como tema de sus producciones, sino como público objetivo.
Entre los cortos que le hablan a la
infancia encontramos Benjamín en
Tecnicolor, historia escrita y dirigida por Ángela Tobón Ospina y Juan
David Gil Palacio. El proyecto fue elegido como ganador en la VII Convocatoria
de Becas para la Creación Artística y Cultural-Medellín 2010 y su desarrollo se
realizó en una coproducción con Máquina Espía, FlickMotion y Producciones del
Cielo. El corto narra la historia de Benjamín, un niño que necesita unas gafas
que le permitan percibir los colores, ya que el mundo donde vive es solo a
blanco y negro. Benjamín necesita las gafas para poder jugar fútbol con sus
amigos, pero para conseguirlas deberá tomar algunas decisiones que traerán
consecuencias para su vida, entre ellas la posibilidad de quedarse sin su ángel
guardián, aunque sí con las gafas…
Según sus creadores, Benjamín “surge del deseo de seguir explorando las
historias de tipo absurdo, de seguir indagando en ciertas temáticas que nos
interesaban: La familia, el egoísmo, la cosificación del ser humano, la
supuesta inocencia infantil” (Gil &Tobón, 2013) Es así, interesándose por los
conflictos presentes en la etapa de la infancia, como ambos directores logran
crear, mediante una historia fantástica, una metáfora sobre la infancia y del
querer algo de forma obsesiva, incluso sin medir las consecuencias de los
actos. De forma temática, Gil & Tobón, narran una historia que se aleja de
cualquier moralismo, aquí no encontramos héroes o villanos, ni mucho menos
lecciones finales. Su historia permite, de esta forma, una identificación con
los personajes, con el deseo y con las encrucijadas que muchas situaciones de
la vida presentan y ante las cuales solo es válido tomar una decisión y asumir
sus consecuencias.
Al
preguntar a los creadores por la recepción que tuvo su corto por parte del
público infantil destacan que la historia logra capturarlos, “los niños
conectan muy fácil con la historia, creemos que puede ser porque los personajes
son muy icónicos. Además los niños son muy llamados a fijar su atención en
objetos y, en este aspecto, las gafas cumplieron un rol más que trascendental” (Gil & Tobón, 2013) Los autores también
destacan que la presencia de elementos como el humor, un ritmo dinámico y
divertido, la fantasía y el uso de objetos llamativos en la narración fueron
esenciales para capturar la atención del público infantil. Así pues, Benjamín,
como cortometraje, no solo presenta a niños como protagonistas de su historia,
sino que además, se atreve a hablarles a directamente, porque es una obra
creada para un público infantil.
¿Fin?
La infancia
en Colombia es un público expectante que espera no solo ser narrado, sino que
las historias sean narradas para él. La presencia de la categoría “Guión de
Largometraje para Público Infantil” y la presencia de cortometrajes como Benjamín
en Tecnicolor en otros, demuestran que sí es posible la inclusión a futuro de los niños como espectadores
de cine colombiano. Si a la fuerza y al ímpetu de los creadores de
cortometrajes, se uniera a la realización de los largometrajes premiados, el
cine colombiano para niños no estaría lejos de ser una realidad y verse
reflejado en nuestras pantallas. Esperemos
pues, que este fin sea tan solo el comienzo.
Bibliografía
- Cotera, liset. Un género por derecho propio. Revista “Cine Toma”, México,
Mayo-Junio 2012.
- Entrevista vía correo electrónico a Ángela
Tobón y Juan David Gil. Octubre 2013.
- Paz, Octavio.Entrevista televisiva a Paz,
por Canal 11, 1993
- Hanan, Fanuel. Leer y mirar el libro álbum.
Editoral Norma, Bogotá: 2007.
- Sanhueza, Andrés. El libro gordo de 31
Minutos. Editorail Hueders Limitada, Santiago: 2012.
Me ha puesto a reflexionar sobre el reto que deben asumirs desde realizadores hasta comunicadores. Debe empezarse desde la T.V. y así crear contenidos de calidad, exclusivos para público infantil en donde se generen espacios que promuevan la identidad de un país y que, desde el cine, sean afirmadas esas identidades con producciones cinematográficas de excelente calidad con las temáticas que, como propones en el texto sean las inquietudes y reflejen las realidades de los infantes.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSi un niño se cría con características culturales ajenas de donde procede se crea una brecha bastante grande que afecta su sentido de pertenencia como Colombiano. Colombia debe de explotar este sentido de pertenencia y no solo con los niños, también con sus adolescentes, que los profesionales del país no ejerzan sus carrera donde hasta ahora la televisión y cine extranjero les han dicho que lo hagan. Inevitablemente esto nos lleva a lo de siempre: "no queremos mas violencia en la televisión colombiana"; pero esa violencia es la que vende en Colombia, pero como dijiste anteriormente la intención de darle un espacio en la cultura a la infancia no se debe medir de forma comercial sino social.
ResponderEliminarExcelente Coni, un saludo y un abrazo.
Jaime duque.