martes, 3 de octubre de 2017

Apuntes sobre la violencia en el cine colombiano*

Por Jerónimo Rivera-Betancur **





Es común que cuando se habla del cine colombiano, una de las primeras palabras que aparecen en el imaginario popular sea “violencia”.  Eso mismo pasa cuando mencionamos la palabra Colombia, dentro y fuera de nuestras fronteras.  No podemos esconder la importancia e influencia que la violencia ha tenido en nuestra construcción como nación y, aunque nos duela, debemos aceptar que la violencia ha hecho parte también de nuestra identidad como colombianos.  La violencia, de todas formas, no es lo único que nos define y abordarla como tema cinematográfico puede ser constructivo si se utiliza el enfoque adecuado.

La mayoría de los espectadores colombianos han visto pocas películas nacionales, pero esto no suele ser un impedimento para crearse un juicio personal sobre toda la cinematografía nacional.  Esto no pasa solo en el cine; en la mayoría de las artes tendemos a pensar que lo extranjero es mejor y suele suceder que la ligereza y torpeza argumental de muchas películas de Hollywood se perdona más fácil que algún desliz de una película colombiana. No se trata, de todas formas, de “apoyar” al cine nacional, ni de verlo por lástima o compasión, pero sí se esperaría que la crítica que se haga a sus películas reconozca el esfuerzo y las dificultades para hacerla y, sin condescendencia, se emita solo después de haberlas visto.

El cine colombiano no es un género. En 2016 se presentaron 38 películas en las salas de cine del país y en lo que va del 2017 ya se han estrenado 21, por lo que posiblemente la cifra aumente.  En un conjunto tan grande de historias, es normal que los temas, historias tratamientos, actores y paisajes cambien significativamente.  Es imperativo que los colombianos empiecen a reconocer la variedad del cine que se hace en su país y que, si bien hay líneas narrativas y “fórmulas” (tanto para vender como para sorprender en festivales) se empiece a avanzar hacia la realización de películas que puedan conciliar calidad y gusto del público.


Muchas veces he hecho la pregunta ¿qué porcentaje de películas colombianas usan la violencia como uno de sus ingredientes fundamentales? en textos y conferencias y en la mayoría de las ocasiones las cifras oscilan entre el 60 y el 90%.  En mi investigación “Narrativas del conflicto armado en el cine colombiano” hicimos un sondeo de las películas desde 1915 hasta 2009 y encontramos que el porcentaje estaba alrededor del 19% (en los últimos años es muy posible que esa cifra se mantenga o haya disminuido).  Lo interesante del asunto es que la mayoría de las películas colombianos no tienen el tema de la violencia como eje principal, pero las preferidas por el público sí suelen tenerlo.


Junio 13, con Jerónimo Rivera

El público colombiano afirma odiar las películas que abordan temáticas relacionadas con narcotráfico, prostitución, conflicto armado y similares, pero en el análisis de la aceptación de estos temas en la taquilla solo son superados por las comedias de estilo televisivo que cada vez se presentan con mayor frecuencia.  En la televisión, este fenómeno es mucho más evidente. 

La violencia suele agredir, pero también es cierto que muchas películas con índices mucho mayores de violencia están entre las preferidas del público colombiano.  Pocos espectadores se quejarían de la violencia en películas recientes como Los indestructibles, John Wick, Django sin cadenas o Mad Max fury of road pero muchos elevan su voz de protesta ante la violencia en películas como La mujer del animal de Víctor Gaviria o Perro come perro de Carlos Moreno que, miradas objetivamente, tienen mucha menos violencia explícita que las llamas películas “de acción”.  ¿Qué es lo que ocurre entonces para que esto suceda?, desde mi punto de vista tiene que ver con la condición de “proximidad” del espectador, un concepto que va más allá de lo geográfico y tiene que ver con aquellos temas o tratamientos que nos afectan por su cercanía.  Al fin y al cabo si “Rambo” mata vietnamitas por centenas en cada película no nos afecta, pero si fueran colombianos, la cancillería expediría una nota de protesta y habría infinidad de grupos de colombianos en Facebook pidiendo el retiro de la película de las salas.

¿Hay una forma correcta de abordar la violencia?, la pregunta es clara pero la respuesta puede ser compleja y suscitar controversias. Desde mi punto de vista particular, la estética no debe reñir con la ética y por esto el cine, a pesar de tratarse de una representación y no de la realidad, tiene una responsabilidad social y no debería esquivarla.


Temáticas recurrentes en el cine colombiano señalado como violento

El país ha atravesado múltiples momentos violentos a lo largo de la historia, tanto así que suena gracioso que a todo un período (entre el bogotazo y el frente nacional) se le denomine de “la violencia”, cuando en distintos momentos históricos (desde la patria boba hasta el narcoterrorismo) y protagonizada por distintos agentes (fuerzas insurgentes, carteles del narcotráfico y fuerzas del Estado) la violencia ha estado presente en Colombia.

Sin duda los dos temas que emergen con mayor fuerza en las películas de la filmografía colombiana son el conflicto armado y el narcotráfico.  Aquí hago una breve referencia a cada uno de ellos:

  1. Conflicto armado colombiano: Los historiadores suelen situar los orígenes de este conflicto hacia 1945 con la creación de las primeras guerrillas liberales.  La confrontación, que inicialmente se dio entre autodefensas campesinas y Estado se transformó luego del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en una guerra entre guerrillas liberales y grupos paramilitares conservadores que dejó gran cantidad de muertos y atrocidades innombrables de parte y parte.  Después de la firma del Frente Nacional, algunas guerrillas se desmovilizaron y muchos de sus líderes fueron asesinados.  Desde 1964 con la fundación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) se inaugura un nuevo capítulo en el conflicto armado colombiano con la creación de varios grupos subversivos y, posteriormente, grupos paramilitares apoyados en muchos casos por militares en ejercicio. El tema del conflicto armado, de tanta trascendencia para los colombianos, no había sido muy abordado por el cine nacional hasta 2009, año en que realizamos una investigación en la Universidad de La Sabana denominada “Narrativas del conflicto armado en el cine colombiano”[1], cuyas principales conclusiones presento a continuación:
  • Se trata de un grupo de películas fundamentalmente estructuradas por medio de golpes de efecto (acción y reacción).  Con una narrativa tradicional: Poco montaje, planos abiertos, planos y contraplanos de reacción.
  • En la mayoría de las mismas influye la postura política de su realizador, pero son poco comprometidas con el tema y sin una clara postura ideológica (salvo excepciones) ni siquiera a favor de la institucionalidad (que suele quedar mal parada). Los realizadores suelen ser también pesimistas frente a soluciones al conflicto y muestran la realidad de forma fragmentada.
  • Se usa con frecuencia una estructura circular, como forma de justificar el comportamiento de personajes como causa de la violencia que han padecido: De víctimas pasan a victimarios. Su condición de combatiente no se explicita en raíces ideológicas y algunas veces se omite su filiación armada.
  • El proceso de urbanización del país se ve, igualmente, reflejado en el tratamiento de espacios de las películas de la muestra que pasan de ser totalmente rurales en los sesenta a ser predominantemente mixtas (desarraigo del desplazamiento). Soy muy consciente de que muchas de estas conclusiones no tienen efecto hoy, cuando el acuerdo de desmovilización con las FARC ha abierto un nuevo panorama y muchos cineastas se han animado a contar nuestras historias de conflicto armado con mayor honestidad, profundidad y transparencia.


2. Narcotráfico: El otro gran tema que surge con fuerza es el del narcotráfico y lo que lo rodea.  Además de los temas e historias, emerge la estética y los valores del narcotráfico (al igual que ocurrió en la realidad nacional después de los años 80).  La estética y narrativa del narco es atractiva y sus personajes suelen ser tan interesantes y atractivos, que la discusión sobre la ética y los valores sociales suele quedar relegada a un segundo plano. En la práctica, los espectadores terminan valorando y envidiando en la ficción algunas características que pueden rechazar[1] en la vida real

En el cine, de todas formas, el tema suele confundirse con la temática y si bien la temática del narcotráfico se hace presente en películas o series de televisión tan diferentes como Manos sucias, El cartel de los sapos, El capo, Sumas y restas, Escobar el patrón del mal, El rey, las muñecas de la mafia o Narcos, el tema puede ser muy diferente.  

El tratamiento de las historias se relaciona mucho con el tema y es allí en donde debe ponerse el mayor énfasis. Si bien los ejemplos anteriormente mencionados abordan la temática del narcotráfico en distintos momentos y procesos, sus temas pueden no relacionarse tanto.  Mientras en El capo se describe la vida épica y ficcional de un jefe narcotraficante colombiano[1], mostrándolo como un hombre atractivo, inteligente y osado que siempre se sale con la suya; en Narcos se pone en escena una representación de Pablo Escobar como enemigo de los colombianos y de los agentes de la DEA que emergen como los grandes protagonistas; en Escobar: el patrón del mal, finalmente, se elabora un retrato cuidadoso y bien investigado del personaje histórico para tratar de ser fiel a los hechos y contar la historia desde el punto de vista de las víctimas.

Así las cosas, aparecen otros temas que pueden ser interesantes desde la narrativa y que hacen parte de las películas que hemos puesto como ejemplo:

Manos sucias: El dinero del narcotráfico corrompe.
El cartel de los sapos: En el crimen no hay lealtad.
Sumas y restas: La ambición desmedida puede llevar a tomar las peores decisiones.

El problema, en resumen, no es abordar el fenómeno del narcotráfico en la ficción, es hacerlo con profundidad y seriedad y procurando evitar la tentación de exaltar su atractiva estética como modelo de vida.

3. Violencia sexual: Finalmente, quiero hacer referencia al tema de la violencia sexual que aparece en nuestra cinematografía también como reflejo de esta problemática social.  Aunque usualmente asociamos este tipo de violencia con la violación, el término es bastante más amplio e incluye conductas que a veces pueden pasar casi inadvertidas. La RAE define la violencia sexual como aquella que se manifiesta con agresiones a través de la fuerza física, psíquica o moral, rebajando a una persona a condiciones de inferioridad, para implantar una conducta sexual en contra de su voluntad. Este es un acto cuyo objetivo es someter el cuerpo y la voluntad de la víctima.

Esta violencia se manifiesta de distintas maneras, entre las que se encuentran: Estupro (abuso sexual de un menor, valiéndose de la confianza que este le tiene), prostitución forzada (explotación del cuerpo de otra persona para que el explotador obtenga dinero), rapto (detención obligada de la persona para tener relaciones sexuales con ella), hostigamiento sexual (se da en casos en donde el jefe valiéndose de su posición, le hace proposiciones a un subordinado para que tenga sexo con él o 
ella, y si este se niega, puede que se produzca un perjuicio) y violación (acceso sexual violento y sin consentimiento).

Así las cosas, el corpus de las películas colombianas que abordan el tema de la violencia no se limita a aquellas que muestran o insinúan escenas de violación. El papel de la mujer y de los niños en la sociedad, y el cine es una clara representación, suele ser de sometimiento e indefensión.  La agresión que muchos espectadores sintieron al ver La mujer del animal[1] está lejos de la que se siente en otras películas internacionales similares y aquí vuelve a ser importante el concepto de proximidad.  La película colombiana nos presenta una realidad muy cercana que no queremos ver y que nos incomoda.

Además de películas en donde la mujer se victimiza (y otras en donde pasa de víctima a victimaria como Rosario Tijeras), es importante considerar que en algunas de las comedias más exitosas del cine nacional también se hace presente la violencia sexual.  Para ilustrar lo anterior, un par de ejemplos:

 1. En los posters y trailers de películas como Infraganti, El jefe, Esto huele mal, Mi gente linda mi gente bella y Uno al año no hace daño se usan mujeres voluptuosas con poca ropa como estrategia para promover la película y sexualizarlas[1].

2. La posición del hombre como objeto deseante y la mujer como objeto de deseo aparece recurrentemente en películas de todos los géneros, desde las ya mencionadas con temática del narcotráfico hasta las comedias.  Se destacan como ejemplo las historias de películas como Las muñecas de la mafia (el nombre ya es suficientemente obvio), Sin tetas no hay paraíso (un nombre muy explícito para una premisa que apunta a que solo fabricándose un buen cuerpo se accede al paraíso del dinero) y El jefe (desde el poster y el tráiler se insinúa el acoso sexual de un jefe hacia su voluptuosa empleada).

El cine colombiano no es uno solo; no es un género ni es inmutable; no ha llegado a su plena madurez pero tampoco está en pañales[1]. Es responsabilidad de cinéfilos y formadores de público ayudar a que los espectadores nacionales dejen atrás los prejuicios y se den la oportunidad para explorarlo y descubrir que la violencia no es el único.



*Notas de la charla impartida el 13 de junio de 2017 en la Cinemateca Distrital de Bogotá.


**Profesor investigador de la Universidad de La Sabana. Director de la Red Iberoamericana de Investigación en Narrativas Audiovisuales (INAV).  




[1] He usado anteriormente el término “cine adolescente para referirme al cine colombiano, como puede verse en mi artículo ¿Va el cine colombiano hacia su madurez? Publicado en la revista Anagramas. Disponible en: http://revistas.udem.edu.co/index.php/anagramas/article/view/978





[1] Llama la atención, por ejemplo, el tráiler de Uno al año no hace daño 2 en donde uno de los personajes femeninos es acosado sexualmente por los hombres e insultado y criticado por las mujeres.





[1] En la prensa se comentó que muchos espectadores decidieron abandonar las salas al no soportar los niveles de violencia de la película.



[1] Sospechosamente llamado Pedro Pablo León Jaramillo y con varias coincidencias con el personaje de Pablo Escobar. 



[1] Esto también podría ser una manifestación de doble moral, porque es claro que muchos colombianos directa o indirectamente están de acuerdo con ciertas conductas ilegales desde pequeños actos de corrupción hasta la obtención de dinero fácil por medio del delito.




[1] Ver Rivera-Betancur, J y Ruiz-Moreno, S (2010). Representaciones del conflicto armado", en Revista Latina de Comunicación Social, 65. La Laguna (Tenerife): Universidad de La Laguna, páginas 503 a 515 recuperado el ___ de ____ de 2_______, de http://www.revistalatinacs.org/10/art3/915_Colombia/37_Rivera.html
DOI: 10.4185/RLCS-65-2010-915-503-515