Es común que cuando se
habla del cine colombiano, una de las primeras palabras que aparecen en el
imaginario popular sea “violencia”. Eso
mismo pasa cuando mencionamos la palabra Colombia, dentro y fuera de nuestras
fronteras. No podemos esconder la
importancia e influencia que la violencia ha tenido en nuestra construcción
como nación y, aunque nos duela, debemos aceptar que la violencia ha hecho
parte también de nuestra identidad como colombianos. La violencia, de todas formas, no es lo único
que nos define y abordarla como tema cinematográfico puede ser constructivo si
se utiliza el enfoque adecuado.
La mayoría de los
espectadores colombianos han visto pocas películas nacionales, pero esto no
suele ser un impedimento para crearse un juicio personal sobre toda la
cinematografía nacional. Esto no pasa
solo en el cine; en la mayoría de las artes tendemos a pensar que lo extranjero
es mejor y suele suceder que la ligereza y torpeza argumental de muchas
películas de Hollywood se perdona más fácil que algún desliz de una película
colombiana. No se trata, de todas formas, de “apoyar” al cine nacional, ni de
verlo por lástima o compasión, pero sí se esperaría que la crítica que se haga
a sus películas reconozca el esfuerzo y las dificultades para hacerla y, sin
condescendencia, se emita solo después de haberlas visto.
El cine colombiano no
es un género. En 2016 se presentaron 38 películas en las salas de cine del país
y en lo que va del 2017 ya se han estrenado 21, por lo que posiblemente la
cifra aumente. En un conjunto tan grande
de historias, es normal que los temas, historias tratamientos, actores y
paisajes cambien significativamente. Es
imperativo que los colombianos empiecen a reconocer la variedad del cine que se
hace en su país y que, si bien hay líneas narrativas y “fórmulas” (tanto para
vender como para sorprender en festivales) se empiece a avanzar hacia la
realización de películas que puedan conciliar calidad y gusto del público.
Muchas veces he hecho
la pregunta ¿qué porcentaje de películas colombianas usan la violencia como uno
de sus ingredientes fundamentales? en textos y conferencias y en la mayoría de
las ocasiones las cifras oscilan entre el 60 y el 90%. En mi investigación “Narrativas del conflicto
armado en el cine colombiano” hicimos un sondeo de las películas desde 1915
hasta 2009 y encontramos que el porcentaje estaba alrededor del 19% (en los
últimos años es muy posible que esa cifra se mantenga o haya disminuido). Lo interesante del asunto es que la mayoría
de las películas colombianos no tienen el tema de la violencia como eje
principal, pero las preferidas por el público sí suelen tenerlo.
Junio 13, con Jerónimo Rivera |
El público colombiano afirma odiar las películas
que abordan temáticas relacionadas con narcotráfico, prostitución, conflicto
armado y similares, pero en el análisis de la aceptación de estos temas en la
taquilla solo son superados por las comedias de estilo televisivo que cada vez
se presentan con mayor frecuencia. En la
televisión, este fenómeno es mucho más evidente.
La violencia suele agredir, pero también es
cierto que muchas películas con índices mucho mayores de violencia están entre
las preferidas del público colombiano.
Pocos espectadores se quejarían de la violencia en películas recientes
como Los indestructibles, John Wick, Django sin cadenas o Mad Max
fury of road pero muchos elevan su voz de protesta ante la violencia en
películas como La mujer del animal de
Víctor Gaviria o Perro come perro de
Carlos Moreno que, miradas objetivamente, tienen mucha menos violencia
explícita que las llamas películas “de acción”.
¿Qué es lo que ocurre entonces para que esto suceda?, desde mi punto de
vista tiene que ver con la condición de “proximidad” del espectador, un
concepto que va más allá de lo geográfico y tiene que ver con aquellos temas o
tratamientos que nos afectan por su cercanía.
Al fin y al cabo si “Rambo” mata vietnamitas por centenas en cada
película no nos afecta, pero si fueran colombianos, la cancillería expediría
una nota de protesta y habría infinidad de grupos de colombianos en Facebook pidiendo
el retiro de la película de las salas.
¿Hay una forma correcta de abordar la violencia?, la pregunta es clara pero la respuesta puede ser compleja y suscitar controversias. Desde mi punto de vista particular, la estética no debe reñir con la ética y por esto el cine, a pesar de tratarse de una representación y no de la realidad, tiene una responsabilidad social y no debería esquivarla.
2. La posición del
hombre como objeto deseante y la mujer como objeto de deseo aparece
recurrentemente en películas de todos los géneros, desde las ya mencionadas con
temática del narcotráfico hasta las comedias.
Se destacan como ejemplo las historias de películas como Las muñecas de la mafia (el nombre ya es
suficientemente obvio), Sin tetas no hay
paraíso (un nombre muy explícito para una premisa que apunta a que solo
fabricándose un buen cuerpo se accede al paraíso del dinero) y El jefe (desde el poster y el tráiler se
insinúa el acoso sexual de un jefe hacia su voluptuosa empleada).
¿Hay una forma correcta de abordar la violencia?, la pregunta es clara pero la respuesta puede ser compleja y suscitar controversias. Desde mi punto de vista particular, la estética no debe reñir con la ética y por esto el cine, a pesar de tratarse de una representación y no de la realidad, tiene una responsabilidad social y no debería esquivarla.
Temáticas
recurrentes en el cine colombiano señalado como violento
El país ha atravesado múltiples momentos
violentos a lo largo de la historia, tanto así que suena gracioso que a todo un
período (entre el bogotazo y el frente nacional) se le denomine de “la
violencia”, cuando en distintos momentos históricos (desde la patria boba hasta
el narcoterrorismo) y protagonizada por distintos agentes (fuerzas insurgentes,
carteles del narcotráfico y fuerzas del Estado) la violencia ha estado presente
en Colombia.
Sin duda los dos temas que emergen con mayor
fuerza en las películas de la filmografía colombiana son el conflicto armado y
el narcotráfico. Aquí hago una breve
referencia a cada uno de ellos:
- Conflicto armado colombiano: Los historiadores suelen situar los orígenes de este conflicto hacia 1945 con la creación de las primeras guerrillas liberales. La confrontación, que inicialmente se dio entre autodefensas campesinas y Estado se transformó luego del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en una guerra entre guerrillas liberales y grupos paramilitares conservadores que dejó gran cantidad de muertos y atrocidades innombrables de parte y parte. Después de la firma del Frente Nacional, algunas guerrillas se desmovilizaron y muchos de sus líderes fueron asesinados. Desde 1964 con la fundación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) se inaugura un nuevo capítulo en el conflicto armado colombiano con la creación de varios grupos subversivos y, posteriormente, grupos paramilitares apoyados en muchos casos por militares en ejercicio. El tema del conflicto armado, de tanta trascendencia para los colombianos, no había sido muy abordado por el cine nacional hasta 2009, año en que realizamos una investigación en la Universidad de La Sabana denominada “Narrativas del conflicto armado en el cine colombiano”[1], cuyas principales conclusiones presento a continuación:
- Se trata de un grupo de películas fundamentalmente estructuradas por medio de golpes de efecto (acción y reacción). Con una narrativa tradicional: Poco montaje, planos abiertos, planos y contraplanos de reacción.
- En la mayoría de las mismas influye la postura política de su realizador, pero son poco comprometidas con el tema y sin una clara postura ideológica (salvo excepciones) ni siquiera a favor de la institucionalidad (que suele quedar mal parada). Los realizadores suelen ser también pesimistas frente a soluciones al conflicto y muestran la realidad de forma fragmentada.
- Se usa con frecuencia una estructura circular, como forma de justificar el comportamiento de personajes como causa de la violencia que han padecido: De víctimas pasan a victimarios. Su condición de combatiente no se explicita en raíces ideológicas y algunas veces se omite su filiación armada.
- El proceso de urbanización del país se ve, igualmente, reflejado en el tratamiento de espacios de las películas de la muestra que pasan de ser totalmente rurales en los sesenta a ser predominantemente mixtas (desarraigo del desplazamiento). Soy muy consciente de que muchas de estas conclusiones no tienen efecto hoy, cuando el acuerdo de desmovilización con las FARC ha abierto un nuevo panorama y muchos cineastas se han animado a contar nuestras historias de conflicto armado con mayor honestidad, profundidad y transparencia.
2. Narcotráfico: El otro gran tema que surge con fuerza es el del narcotráfico y lo que lo rodea. Además de los temas e historias, emerge la estética y los valores del narcotráfico (al igual que ocurrió en la realidad nacional después de los años 80). La estética y narrativa del narco es atractiva y sus personajes suelen ser tan interesantes y atractivos, que la discusión sobre la ética y los valores sociales suele quedar relegada a un segundo plano. En la práctica, los espectadores terminan valorando y envidiando en la ficción algunas características que pueden rechazar[1] en la vida real
En
el cine, de todas formas, el tema suele confundirse con la temática y si bien
la temática del narcotráfico se hace presente en películas o series de
televisión tan diferentes como Manos
sucias, El cartel de los sapos, El capo, Sumas y restas, Escobar el patrón del
mal, El rey, las muñecas de la mafia o Narcos,
el tema puede ser muy diferente.
El tratamiento de las historias se relaciona
mucho con el tema y es allí en donde debe ponerse el mayor énfasis. Si bien los
ejemplos anteriormente mencionados abordan la temática del narcotráfico en
distintos momentos y procesos, sus temas pueden no relacionarse tanto. Mientras en El capo se describe la vida épica y ficcional de un jefe
narcotraficante colombiano[1],
mostrándolo como un hombre atractivo, inteligente y osado que siempre se sale
con la suya; en Narcos se pone en
escena una representación de Pablo Escobar como enemigo de los colombianos y de
los agentes de la DEA que emergen como los grandes protagonistas; en Escobar: el patrón del mal, finalmente,
se elabora un retrato cuidadoso y bien investigado del personaje histórico para
tratar de ser fiel a los hechos y contar la historia desde el punto de vista de
las víctimas.
Así
las cosas, aparecen otros temas que pueden ser interesantes desde la narrativa
y que hacen parte de las películas que hemos puesto como ejemplo:
Manos sucias: El
dinero del narcotráfico corrompe.
El cartel de los sapos: En
el crimen no hay lealtad.
Sumas y restas: La
ambición desmedida puede llevar a tomar las peores decisiones.
El
problema, en resumen, no es abordar el fenómeno del narcotráfico en la ficción,
es hacerlo con profundidad y seriedad y procurando evitar la tentación de
exaltar su atractiva estética como modelo de vida.
3. Violencia
sexual: Finalmente, quiero hacer referencia al tema de la
violencia sexual que aparece en nuestra cinematografía también como reflejo de
esta problemática social. Aunque
usualmente asociamos este tipo de violencia con la violación, el término es
bastante más amplio e incluye conductas que a veces pueden pasar casi
inadvertidas. La RAE define la violencia sexual como aquella que se manifiesta
con agresiones a través de la fuerza física, psíquica o moral, rebajando a una
persona a condiciones de inferioridad, para implantar una conducta sexual en
contra de su voluntad. Este es un acto cuyo objetivo es someter el cuerpo y la
voluntad de la víctima.
Esta violencia se manifiesta de distintas maneras, entre las que se encuentran: Estupro (abuso sexual de un menor, valiéndose de la confianza que este le tiene), prostitución forzada (explotación del cuerpo de otra persona para que el explotador obtenga dinero), rapto (detención obligada de la persona para tener relaciones sexuales con ella), hostigamiento sexual (se da en casos en donde el jefe valiéndose de su posición, le hace proposiciones a un subordinado para que tenga sexo con él o ella, y si este se niega, puede que se produzca un perjuicio) y violación (acceso sexual violento y sin consentimiento).
Esta violencia se manifiesta de distintas maneras, entre las que se encuentran: Estupro (abuso sexual de un menor, valiéndose de la confianza que este le tiene), prostitución forzada (explotación del cuerpo de otra persona para que el explotador obtenga dinero), rapto (detención obligada de la persona para tener relaciones sexuales con ella), hostigamiento sexual (se da en casos en donde el jefe valiéndose de su posición, le hace proposiciones a un subordinado para que tenga sexo con él o ella, y si este se niega, puede que se produzca un perjuicio) y violación (acceso sexual violento y sin consentimiento).
Así las cosas, el corpus de las películas
colombianas que abordan el tema de la violencia no se limita a aquellas que
muestran o insinúan escenas de violación. El papel de la mujer y de los niños
en la sociedad, y el cine es una clara representación, suele ser de
sometimiento e indefensión. La agresión
que muchos espectadores sintieron al ver La
mujer del animal[1]
está lejos de la que se siente en otras películas internacionales similares
y aquí vuelve a ser importante el concepto de proximidad. La película colombiana nos presenta una
realidad muy cercana que no queremos ver y que nos incomoda.
Además
de películas en donde la mujer se victimiza (y otras en donde pasa de víctima a
victimaria como Rosario Tijeras), es
importante considerar que en algunas de las comedias más exitosas del cine
nacional también se hace presente la violencia sexual. Para ilustrar lo anterior, un par de
ejemplos:
1. En los posters y trailers de películas
como Infraganti, El jefe, Esto huele mal,
Mi gente linda mi gente bella y Uno
al año no hace daño se usan mujeres voluptuosas con poca ropa como
estrategia para promover la película y sexualizarlas[1].
El cine colombiano no
es uno solo; no es un género ni es inmutable; no ha llegado a su plena madurez
pero tampoco está en pañales[1].
Es responsabilidad de cinéfilos y formadores de público ayudar a que los
espectadores nacionales dejen atrás los prejuicios y se den la oportunidad para
explorarlo y descubrir que la violencia no es el único.
*Notas de la charla impartida el 13 de junio de 2017 en
la Cinemateca Distrital de Bogotá.
**Profesor investigador de la Universidad de La Sabana.
Director de la Red Iberoamericana de Investigación en Narrativas Audiovisuales
(INAV).
[1] He
usado anteriormente el término “cine adolescente para referirme al cine
colombiano, como puede verse en mi artículo ¿Va el cine colombiano hacia su
madurez? Publicado en la revista Anagramas. Disponible en: http://revistas.udem.edu.co/index.php/anagramas/article/view/978
[1]
Llama la atención, por ejemplo, el tráiler de Uno al año no hace daño 2 en donde uno de los personajes femeninos
es acosado sexualmente por los hombres e insultado y criticado por las mujeres.
[1] En
la prensa se comentó que muchos espectadores decidieron abandonar las salas al
no soportar los niveles de violencia de la película.
[1]
Sospechosamente llamado Pedro Pablo León Jaramillo y con varias coincidencias
con el personaje de Pablo Escobar.
[1]
Esto también podría ser una manifestación de doble moral, porque es claro que
muchos colombianos directa o indirectamente están de acuerdo con ciertas
conductas ilegales desde pequeños actos de corrupción hasta la obtención de
dinero fácil por medio del delito.
[1]
Ver Rivera-Betancur, J y Ruiz-Moreno, S (2010). Representaciones del conflicto
armado", en Revista Latina de Comunicación Social, 65. La Laguna
(Tenerife): Universidad de La Laguna, páginas 503 a 515 recuperado el ___ de
____ de 2_______, de http://www.revistalatinacs.org/10/art3/915_Colombia/37_Rivera.html
DOI: 10.4185/RLCS-65-2010-915-503-515
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